No lo entendía…no al menos en mi experiencia. Creí en la muerte tanto como en la vida pero llegué al punto donde tenía que elegir. No podían estar conviviendo ambas en un solo proceso. Alguna vez me enseñé a racionalizar lógicamente utilizando las relaciones entre objetos y ésta relación entre muerte y vida, en este momento puedo sentir que es mutuamente excluyente. Ahora comprendo. Ahora lo he vivido.
Y aquello que temía que muriese en realidad sigue aquí. No sé a qué temía más…a que muriese mi cuerpo o a que muriese el Ser que Soy…Pero en este momento no temo. Un leve pensamiento atravesó mi mente y me dirigió dulcemente al centro donde existo. Y mientras vagaba de forma demente en los intentos infructuosos de salir del torbellino podía sentir cómo moría en mi miedo, mi impotencia, mi desolación y mi depresión y me las llevaba a todas ellas conmigo hasta la profundidad de mi agonía.
Y de repente…al permitir a ese leve pensamiento alumbrar mi conciencia pude resucitar. Sentí como la vida sin forma inundó mi mente de nuevo con susurros de confianza provenientes de un lugar olvidado, un lugar sin forma ni color, un estado original donde pareciese que la vida estaba aprisionada por ilusiones defensivas y atacantes.
Ahhhh…aparantó ser todo un viaje tétrico y lleno de dolor hasta que pude soltar el hilo que me vinculaba con tal alucinación. Eran pensamientos añejos, repetitivos, aburridos y muy conocidos. «Tengo que»…»debería»…»si tan solo»…»desearía que»… ¿Y sabes cuál fue el pensamiento que derrumbó aquél montaje? «No sé». No sé que debería hacer, no sé qué sería lo mejor, no sé a quién debo obedecer, no sé….Y así pude permitirme abrir la coraza que interponía entre Yo y el otro yo…tenía qué decidir. Sólo uno de ellos era real. Compartían la misma relación entre sí: mutualidad excluyente.
Ahora sólo quiero compartir mi experiencia sin esperar que le des «me gusta» ni te sirva más que para que sea un estímulo a tu propia resurrección. No te compares, no esperes nada, haz uso del único momento donde puedes dejar ir tu cruz y salir de tu caverna cadavérica para reunirte contigo y con el mundo entero en eterna libertad.
Por: Carlos Barrón Mondragón.








