La creencia en el tiempo es la creencia en que causa y efecto están separados.
Cuando creemos en cualquier idea, situación o relación creemos que tales cosas están separadas de su causa, la cual es la misma para cualquiera de ellas. Y ¿cuál es la causa real de toda relación, situación o idea que tenemos ahora?
Causa es igual a fuente u origen, la confusión más grande que la humanidad ha desarrollado con el paso del tiempo es con respecto a cuál es nuestra causa u origen original. Al no ser capaces de ser sintéticos con nuestros conocimientos científicos de saber esto, hacemos proyectos, planes y sueños donde depositamos nuestras creencias de que, una vez que sucedan podremos encontrar aquello que tanto anhelamos por igual todos en este mundo: la plenitud.
Nos preguntamos con cierto temor ¿crees en Dios? o ¿crees en la virgen? ¿Crees en Jesucristo o en Buda? ¿Crees en los ovnis o en la ciencia? Y utilizamos esa palabra para creer acertar en lo que nos hemos enseñado a través de las generaciones que es cierto. Pero, si lo cierto es lo que goza de certeza, ¿cómo va a ser creencia?
Declaramos guerras en nuestras familias, relaciones y quehaceres cotidianos en nombre de una figura que nosotros mismos «creamos» al creer en ella y luego defenderla a muerte con a creencia de que ello nos traerá paz. Y atacamos con la misma fuerza para defender tal autoimagen que mas temprano que tarde es representada en el mundo que nos rodea en formas especulares que creemos están separadas de su causa.
Y entonces, ¿cuál es la causa de todo?
No la vemos, pues no usamos la certeza hasta que nos convertimos en un instante en ella. Y la creencia de lo que éramos es intercambiada felizmente por una sabiduría interna que no necesita ser defendida, ni atacada. Tal certeza proviene de una comunión que yo llamo comunicación con la fuente desde la que sólo puede haber extensión de la misma hacia todo hermano que me refleja. Y así, lo que doy es lo mismo que recibo, y lo que recibo es lo mismo que doy. Ya no hay separación en ello. Dejo de creer para Ser y dejo de estar separado para estar en unión con la única causa real que existe que me permite existir. Ahora en este momento sin pasado ni futuro dejo de proyectar planes de cómo deberían ser las cosas, relaciones y situaciones incluyéndome en ellas para dar lugar a que ese origen común sea lo que me obsequie el regalo más grande que todo humano puede recibir: el Amor extenso sin condiciones.
Ese Amor del que hablo, al cual le ponemos una palabra deja de tener sentido en el momento en que vamos más allá del tiempo al reconocer que es un mito el estar separados de nuestra causa. Amor es ser la causa y el efecto al mismo tiempo, es decir, en el presente. Cualquier otra cosa deja de serlo. Y pasamos a creerlo. Te invito a dejar de creer para Ser, es una invitación que yo mismo me otorgo al extendértela. Es causa y efecto sucediendo sin intervalos de tiempo. Aquí y ahora, en un mundo del cual nos olvidamos y con el cual venimos a dar la bendición a todos por igual sin necesidad de reconocimiento. Pues etamos siendo reconocidos por esa misma fuente sin preferencias ni caprichos, en total ausencia de miedo. Eso es tener certeza del Amor, más allá de las palabras. Más allá de mis creencias, opiniones o juicios.
Gracias por leerte, escucharte, dejar de creer en ti, tener certeza de quién eres, confiar en el origen que nos une y provee de la seguridad que ya no necesitamos del mundo inventado sino sólo de el mundo real de Amor que nos sustenta. No lo creas, vívelo experimentándolo en todo lo que haces y sientes, en cada momento presente, sin separar nada, siendo lo que no has dejado de ser.
Por: Carlos Barrón Mondragón 








