Creer versus ser

La creencia en el tiempo es la creencia en que causa y efecto están separados.

Cuando creemos en cualquier idea, situación o relación creemos que tales cosas están separadas de su causa, la cual es la misma para cualquiera de ellas. Y ¿cuál es la causa real de toda relación, situación o idea que tenemos ahora?

Causa es igual a fuente u origen, la confusión más grande que la humanidad ha desarrollado con el paso del tiempo es con respecto a cuál es nuestra causa u origen original. Al no ser capaces de ser sintéticos con nuestros conocimientos científicos de saber esto, hacemos proyectos, planes y sueños donde depositamos nuestras creencias de que, una vez que sucedan podremos encontrar aquello que tanto anhelamos por igual todos en este mundo: la plenitud.

Nos preguntamos con cierto temor ¿crees en Dios? o ¿crees en la virgen? ¿Crees en Jesucristo o en Buda? ¿Crees en los ovnis o en la ciencia? Y utilizamos esa palabra para creer acertar en lo que nos hemos enseñado a través de las generaciones que es cierto. Pero, si lo cierto es lo que goza de certeza, ¿cómo va a ser creencia?

Declaramos guerras en nuestras familias, relaciones y quehaceres cotidianos en nombre de una figura que nosotros mismos «creamos» al creer en ella y luego defenderla a muerte con a creencia de que ello nos traerá paz. Y atacamos con la misma fuerza para defender tal autoimagen que mas temprano que tarde es representada en el mundo que nos rodea en formas especulares que creemos están separadas de su causa.

Y entonces, ¿cuál es la causa de todo?

No la vemos, pues no usamos la certeza hasta que nos convertimos en un instante en ella. Y la creencia de lo que éramos es intercambiada felizmente por una sabiduría interna que no necesita ser defendida, ni atacada. Tal certeza proviene de una comunión que yo llamo comunicación con la fuente desde la que sólo puede haber extensión de la misma hacia todo hermano que me refleja. Y así, lo que doy es lo mismo que recibo, y lo que recibo es lo mismo que doy. Ya no hay separación en ello. Dejo de creer para Ser y dejo de estar separado para estar en unión con la única causa real que existe que me permite existir. Ahora en este momento sin pasado ni futuro dejo de proyectar planes de cómo deberían ser las cosas, relaciones y situaciones incluyéndome en ellas para dar lugar a que ese origen común sea lo que me obsequie el regalo más grande que todo humano puede recibir: el Amor extenso sin condiciones.

Ese Amor del que hablo, al cual le ponemos una palabra deja de tener sentido en el momento en que vamos más allá del tiempo al reconocer que es un mito el estar separados de nuestra causa. Amor es ser la causa y el efecto al mismo tiempo, es decir, en el presente. Cualquier otra cosa deja de serlo. Y pasamos a creerlo. Te invito a dejar de creer para Ser, es una invitación que yo mismo me otorgo al extendértela. Es causa y efecto sucediendo sin intervalos de tiempo. Aquí y ahora, en un mundo del cual nos olvidamos y con el cual venimos a dar la bendición a todos por igual sin necesidad de reconocimiento. Pues etamos siendo reconocidos por esa misma fuente sin preferencias ni caprichos, en total ausencia de miedo. Eso es tener certeza del Amor, más allá de las palabras. Más allá de mis creencias, opiniones o juicios.

Gracias por leerte, escucharte, dejar de creer en ti, tener certeza de quién eres, confiar en el origen que nos une y provee de la seguridad que ya no necesitamos del mundo inventado sino sólo de el mundo real de Amor que nos sustenta. No lo creas, vívelo experimentándolo en todo lo que haces y sientes, en cada momento presente, sin separar nada, siendo lo que no has dejado de ser.

Por: Carlos Barrón Mondragón

Un instante escuchando en silencio

Un instante en este mundo parece poco tiempo y en realidad en la eternidad lo es todo, pues no hay tiempo. Ir en un instante al silencio otorga más de lo que puedes imaginar, soñar o desear de este mundo. En el instante donde te abres a saber sabiendo que no sabes nada, todo te es dado. El Conocimiento del que hablo no es de este mundo y no obstante se manifiesta aquí, en el silencio. Qué curioso que la humanidad persiga el conocimiento del mundo que habita tratando de unir las partes en la que ella misma se dividió. Y a esa investigación rigurosa e inevitablemente cíclica le llamamos ciencia, es decir, —conocimiento—.

¿Qué tal cuando le abres la puerta a esa intuición que nace de ti cuando sabes que algo es o será de alguna manera de la cual tienes la certeza de que no hay nada qué temer?

De esto hablo cuando te recuerdo de ir al instante en silencio. La escucha es voluntariamente dispuesta cuando quieres encontrar la única respuesta a tu única pregunta que aún deambula por tu mente muchas veces cada día: ¿Quién soy y qué estoy haciendo aquí? La respuesta te es dada antes de preguntarla, en verdad, pero la escuchas sólo cuando lo permites en silencio. Al igual que no podemos escuchar nada en medio del ruido, tampoco podemos oír la Voz de nuestra fuente de conocimiento en medio de la vorágine de pensamientos que nos arrollan constantemente. Meditar es una práctica de discernimiento o Conciencia —en referencia al darse cuenta de la Verdad dentro de uno mismo— de que ser co-creadores significa ejercer el poder de crear en todo momento todo aquello que experimentamos, más allá de nuestras opiniones al respecto.

Cuando la intuición escuches en el silencio, no habrá dudas ni temor, y comprenderás que todo lo que experimentas está siendo creado por tu propio poder. Ya no puede haber responsables fuera, ni siquiera tú como cuerpo lo estás haciendo, pues tu cuerpo es efecto y no causa, y la única causa de todo se encuentra ahí en ese instante donde has retornado al Conocimiento. Así el Conocimiento es tu fuente, tú eres su efecto y puedes ver sin necesidad de ojos que te has re-unificado con lo que nunca dejaste de ser.

Por: Carlos Barrón Mondragón

Meditar es encontrar las respuestas que siempre busqué

En ocasiones hablar de meditación y paz interior puede generar algunas resistencias, quizá pensamos: «Esto no es para mi», creyendo que estar en paz no me brindará ningún beneficio, que estar en paz es estar sin hacer nada.

Pues bien, qué harías si te dijera que estar en paz es permitir que pase lo que pase desde un estado de aceptación y una profunda confianza en que cada momento es totalmente correcto. Es un estado de permanente descanso… ¡imagina eso! Vivir confiando plenamente en cada situación; eso es vivir en paz, sólo hace falta entrenar la mente, y para ello, en un comienzo, es necesaria la meditación.

Meditar es el diálogo más íntimo que podrás tener contigo misma/o. Meditar es escuchar esa voz que viene de tu interior y que muchas, muchas veces ignoras. Llámale intuición, maestro / guía interno, inteligencia emocional, etc. Da igual el nombre, lo que importa es que al meditar te das cuenta de que tus problemas no son tan graves como crees, de que la vida no te castiga, sino que te pone frente a espejos que lo único que hacen es reflejarte y ayudarte a evolucionar.

Cuando meditas abres tu corazón a este instante y este instante está vacío de pasado y futuro, no existen, sólo existe el sentir de este momento que está ahí para ser vivido, no rechazado. ¿Qué sentido tiene estar en contra o querer cambiar lo que está pasando ahora? ¿Te das cuenta que querer cambiarlo sólo te genera sufrimiento, angustia, frustración, etc.?

La meditación no es algo raro de otro mundo, basta con tener un lugar para poder sentarte como te acomodes mejor, en silencio; cerrar suavemente tus ojos y enfocar tu atención en la respiración. Puedes comenzar inhalando profundamente en 4 tiempos, retienes 2 tiempos y piensas «relájate» y exhalas en 4 tiempos. Puedes repetir este ciclo las veces que requieras, ya que será la etapa que te llevará a tu interior. Tú te darás cuenta que ya estás ahí, porque te sentirás más relajada/o, irás sintiendo una paz cada vez más profunda y la aceptación de este momento será tu guía en el silencio.

Al inicio quizá no puedas permanecer más de 5 minutos meditando, pero si practicas cada día 5 minutos y tienes la disposición sincera de vivir desde la paz, poco a poco estos 5 minutos se convertirán en 10 y luego en 20, hasta que la meditación se convierta en tu modo de vida.

Y con esto no quiero decir que vas a estar de por vida con los ojos cerrados y en silencio, me refiero a que llegará un momento en que puedas ver cualquier situación desde la paz, en que puedas observar eso que está pasando y ya no te estreses, sino que encuentres mejores soluciones al vivir en paz, lo que antes hubieras vivido con ansiedad y miedo.

¿Estás lista/o entonces para empezar a vivir plenamente, sin miedo y en total confianza? Vamos juntos…

¿Puedes amarte? ¿Puedes amarlos?

El teatro de los personajes que quieren ser líderes sin antes haberse permitido ser guiados, es para reírse. Si verdaderamente nos damos cuenta de la jerga detrás del telón, no podemos sino por menos disfrutar de la función.

Esta proyección es sólo un reflejo consistente y claro de aquello que por nuestra mente pasa desapercibido. ¿Vemos ataques? ¿Discordia? ¿Competencia desleal? ¿Intentos de sobreponerse y defender a morir el guión aprendido del personaje salvador, preparado y a la vez… santurrón? Bueno…si es así, atrevámonos a ver nuestro interior por un momento. ¿Hay algo de todo eso que vemos en los políticos? ¿Acaso no defendemos nuestra postura ante una situación de pareja, con la familia o en el trabajo creyendo que estamos en lo correcto y que el otro se ha equivocado? Y, ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar por defendernos?

Con respecto a la discordia, la competencia o los ataques descarados para imponernos al otro…basta con que recordemos alguna vez que hayamos hecho algo parecido con alguien o con nosotros mismos para darnos cuenta de la locura de criticar a los políticos sin ver de dónde proviene la crítica. Sí, ya has de pensar…si viene de mí entonces lo veo afuera. Y es correcto, no podemos ver nada fuera que no esté dentro. Si aún no hemos amado en nosotros esos aspectos que tanto criticamos en los demás, por seguro que los seguiremos viendo en ellos e intentando inútilmente corregirlos al calumniarlos, sin darnos cuenta del auto ataque que nos infligimos al hacerlo.

Los debates no distan mucho de ser intercambios como los que hacemos con los amigos, pareja o la familia a pequeña escala, opiniones basadas en el pasado –el tiempo que no puede darnos ningún tipo de aprendizaje útil–, nuestras creencias o preferencias que otros dicen en los medios masivos de persuasión o disuasión ser verdad. Nada más alejado de ella. ¿Que pasaría si te dijera que la verdad está siempre esperando ser descubierta en ti? ¿Y que habla en un lenguaje tan ancestral y comprensible que cualquiera puede entender?

Si quieres realmente comprender por qué el mundo se comporta como sucede en cada momento, haz un pequeño ejercicio de observación de tus propios juicios que haces hacia esos candidatos o gobernantes que odias, de los cuales desconfías o de los cuales sientes seguridad. Míralos en tu mente por un instante y sostenlos preguntándote a ti mismo: ¿estoy listo para amarlos a todos por igual?

No importa si no lo estás, sé honesto (a), ahí comienza tu libertad verdadera. Sólo cuando lo estés se te dará y podrás votar o no votar por nadie, sin incertidumbre, sabiendo que es sólo una función teatral montada por ti mismo en tu mente para que puedas retornar a tu cordura interna y poderte amar plenamente para así poder amar a tu país y al mundo entero.

Lo único que necesitamos como individuos, países y mundo, es estar abiertos a amar lo que no podemos aceptar: cortar manos, pies o cualquier otra cosa; difamar, acusar o mentir en contra del otro, amenazar, calumniar, agredir, gritar o huir. Dejemos de hacerlo mientras cambiamos nuestro modo de pensar con respecto a los personajes «políticos» que nos ponemos enfrente para perdonar. Sí, perdonar no por lo que han hecho sino por lo que no han hecho ni pueden hacer: cometer errores. Tal como te percibas te comportarás, tal como veas al otro te estás viendo a ti mismo.

Por: Carlos Barrón Mondragón

elecciones2018-723x347_c

 

Lo veo pero no lo creo

Hay algo que sucede cuando empezamos a «concienciar» el sueño alucinatorio en el que nos hemos sumergido al creer fehacientemente en lo que no está ahí.

Y es que para quienes aún siguen creyendo en él aún lo siguen viendo como si fuese real. Sin embargo para quien elige verlo como la alucinación proyectiva que es, cuando alguien viene y me muestra la confusión con la realidad vuelvo a ver la confusión pero ya no me la creo. Pues ya he dejado de creer en loque veo. Y al ser capaz de dar un paso atrás para verla, la misma conciencia que la ve la disuelve. Lo que había entonces ahí hace un momento deja de existir. Y lo que queda es un espacio de ahhhh… Descanso. Lo veo pero no lo creo. Igual que cuando vemos una película en el cine y sabemos que es sólo un montaje. Pero, ¿qué tal cuándo nos gusta el protegonista e imaginamos querer estar ahí para ser felices? Olvidamos que es una proyección y parecemos adentrarnos en la irrealidad de ella. Ahí parecemos estar sucediendo como si estuviésemos atascados en la confusión y la lucha contra la Verdad para reemplazarla por nuestra proyección.

El punto en el cual nos sabemos en paz mirando todo con inocencia y sin ninguna necesidad, expectativa ni control es el punto donde no hay duda ni miedo de actuar, pues ya que todo acto del cuerpo proviene de lo que pensamos acerca de nosotros y por ende de los demás, la coherencia se alinea conforme a ese estado natural de Ser.

Ser yo mismo, tú mismo o nosotros mismos es Ser el mismo: sin forma pero manifestándose en todas ellas. Es verme, verte y sólo ver Uno. Y todo lo que vea en tí me concierne al emanar de mí, y aunque vuelva a percibir el pasado ya no me lo creeré, pues ya no me interesan las historias, sólo el presente. Esto no implica que no me interese lo que me compartes, te puedo escuchar sin mi historia, sin mi pasado ni mis opiniones y sólo así verdaderamente ayudarte, ayudarnos, desde lo que sentimos, lo que somos conscientes y experimentamos ahora. Lo demás está «demás» y no nos concierne ni nos es útil, ¿para que? Para el único propósito que aguarda ser reconocido en el «otro» al mismo tiempo que en mí: la plenitud.

Poema a la existencia

Al ignorar que existir es amar comienzo a pensarme.

En el momento que me pienso como yo, ya no existo. Lo siento Descartes. Descartemos más ideas.

Entonces surge la cuestión: ¿Quién soy?

Existir y ser son uno, pensar y creer también.

Pero solo una de estas relaciones es real, es decir, existe.

Al basarme en mis creencias para existir

dejo de estar aquí. No puedo estar en ambas a la vez.

Sólo percibo el pasado, una película que ya no existe.

Pero mi conciencia dividida por la duda está definiendo mi percepción.

Y mi percepción confundida define mi sentir que se torna aprisionado, emocional.

Ahora mi reactor mental me dirá qué debo hacer con ese sentir.

Y regresaré a mis creencias para decidir sin mi conciencia lo que debo hacer con mi sentir: rechazarlo o apegarme a él.

Ya me he perdido. Pero sólo por un instante, sé que puedo volver.

Tengo el poder de hacerlo: volver a la eternidad de este momento.

Y aquí deja de haber tiempo en el cual me olvide de quién soy.

Si únicamente ahora sé quién soy, ¿qué importa todo lo demás?

Si la película ya pasó y terminó…¿qué sentido tiene seguir sentado mirándola?

No puedo ver lo que hay ahora porque sigo repasándola.

Pero nada de ello puede detener la nada donde renace el todo que me sostiene.

Nada que mentalice, perciba, sienta o active en mí, es real.

Y estoy llegando al umbral, donde las palabras dejan de funcionar.

¿Qué borde, límite o barrera puede haber, cuando el Amor ha desbordado todo lo que puedo creer?

Entre más retienes a alguien más lo alejas de ti

¿Alguna vez has retenido a alguien o alguien te ha retenido a ti?

El problema no estriba en retener o apegarse a alguien o a alguna relación, sino en no darse cuenta conscientemente de dónde proviene nuestro impulso «retensivo».

Si autoindagamos dentro de nosotros por unos instantes, podemos pronto ver que la causa de toda retención es un sentir negado de soledad. Nos da un miedo tremendo a sentirnos y vivirnos solos, pues nos consideramos cuerpos abandonados que sólo pueden estar plenos en conexión con otros cuerpos que se sienten igual. Entonces, podemos ver que «hemos» perdido la plenitud a costa de tener cerca a otros cuerpos similares a mi.

Ahora dependemos de las acciones mentales y físicas —que son sólo el efecto de las primeras— de aquellas personas que hemos catalogado como «seres queridos» o mejor dicho «aquellos de quienes esperamos la gloria del cielo en la tierra a través suyo. Y como esto es una alucinación frenética discordante con la realidad, la exigencia altamente personal hace presencia. Les exigimos que se comporten, adapten, hablen, piensen y sientan tal como nosotros pensamos que debe ser de acuerdo a nuestras creencias, necesidades y opiniones de cómo debe ser la vida para yo ser feliz. Y en el –entre– dejamos de vivir lo único que estamos viviendo en cada instante: la vida.

Entre más expectativas, más exigencia y dolor habrá cuando retengamos a aquella persona o personas que sólo están frente a nosotros por una simple razón: otorgarnos el reflejo de nuestra verdadera Identidad la cual no reside en las formas oníricas a las que hemos engrandecido condecorándolas con sueños delirantes de paz, plenitud, seguridad y felicidad.

No sueltes tus relaciones personales, perdona en cambio, tus expectativas y falsas ilusiones que has depositado en tus propios espejos para que te devuelvan aquello que jamás perdiste: tu abundancia plena de felicidad.

Por: Carlos Barrón Mondragón

Sin sentir no hay escape

Una y otra vez vuelven aquellos parajes de desolación donde nos sentimos olvidados, abandonados, no escuchados. Pareciera que tuvieran voluntad propia como para venir sin permiso alguno y entrar en nuestra mente. Pero no es así, nos podemos permitir observarlos como si fuesen nuestros propios deseos inconscientes, pues lo son.

¿De verdad lo son? Si, tajantemente, sí. Nos duele aceptarlo, y he aquí el punto donde comenzamos a escapar del miedo: al sentir el dolor que no hemos querido sentir huyendo de él una y otra vez por miedo a sentirlo. Sí, es algo que nadie quiere sentir, y muy pocos se lo permiten, pero cuando lo permitimos, aquella fortaleza dormida llamada aceptación resurge como el agua nace del manantial. Aceptación no es resignación, aceptación es una apertura a la vida sabiendo que somos no sólo una parte sino toda ella expresándose en su máximo esplendor, sí, con diferentes formas, pero todas ellas sucediendo al mismo tiempo y en el mismo lugar: aquí y ahora.

Sólo ahora podemos sentir que verdaderamente experimentamos a tiempo real el efecto de nuestros pensamientos, pues el «otro» y «los demás» son esos efectos…¿qué interesante verdad? ¿Cómo podemos culpar o señalar los errores en los «otros» si bajo este enfoque ellos están representándome? ¿Cómo puedo comprobar muy sencillamente que el otro es mi reflejo? Muy fácil: haz un ejercicio de autodesprecio y observa cómo los demás te desprecian. Observa cómo al sentir asco, repulsión o rechazo hacia ti mismo «los demás» actúan el mismo gesto como si de un espejo se tratase. Y sólo entonces comienza el juego de la culpabilización en el mundo. Y con ella, la serie televisiva de ataque-defensa con el castigo como premio. Y si el «otro» en dado caso, no es culpable entonces «yo» lo soy. Y decimos cosas como «no eres tú sino yo» o «no es él o ella sino yo». Y con cara alargada vamos a quejarnos o a desquitarnos con alguien más para intentar infructuosamente ver una salida dentro de un callejón que no la tiene. O bien nos auto-castigamos con sufrimiento o con la muerte para intentar de nuevo salir de esta demencia.

No puedo escaparme del mundo que yo mismo inventé a menos que renuncie a mis pensamientos de ataque. Y estos pueden ser desde un «no me gusta» hasta un «quisiera que fuera distinto». Van desde una sensación de malestar por el calor que siento hasta un dolor que emane de una enfermedad o desesperación. Respira y siente, libérate de la vorágine desenfrenada de pensamientos de ataque que aún valoras creyendo que te rendirán frutos de felicidad. La plenitud de un lago en calma no puede existir en medio de un huracán de locura. Escapa de las garras del síndrome del yo personal, de la creencia de que el universo gira en mi propio eje, pues no hay ejes propios y sólo hay Un Verso que nos abarca: Dios.

Por: Carlos Barrón Mondragón

Nunca hallarás la paz afuera

Siempre creí que la paz llegaría cuando algo extraordinario pasara… cuando ya no existieran los conflictos en mi vida; cuando tuviera el trabajo de mis sueños; cuando llegara mi príncipe azul… y bueno, no es que ya no desee ese tipo de cosas, sólo que hoy puedo darme cuenta que nada de lo anterior podrá brindarme la paz verdadera.

Ahora sé, porque lo he experimentado, que ningún príncipe azul, ni el ‘trabajo de mis sueños’, ni una vida sin conflictos es la paz.

Ahora sé que la verdadera paz viene de mi interior, que sólo si yo elijo vivir en armonía eso es lo que experimentaré.

Claro que para eso, la aceptación es básica, si yo no acepto lo que me da la Vida, no estaré en paz. Y ¿qué significa aceptar? No es más que dejar que la vida sea como es y permitirme sentir lo que cada situación y/o persona me genera. Observar lo que hay ahí en cada momento y no juzgarlo, sino permitírmelo.

Así es como me doy cuenta que nada ni nadie es responsable de lo que me pasa, sólo yo y mis pensamientos, de paz o conflicto, somos responsables de esta experiencia.

Te preguntas ¿por qué? … si tu pareja te acaba de hacer esto o tus papás te hicieron lo otro y por ello no puedes estar en paz ni ser feliz…

Yo también me lo pregunté por años, hasta que finalmente comprendo que si yo quiero ver conflictos y gente que me ataca eso y sólo es lo que veré y viviré, porque me estoy creyendo esos pensamientos y juicios que yo misma estoy generando.

Si en cambio, elijo ver en esas mismas situaciones, ayuda y oportunidades de perdón y liberación, mi percepción cambiará por completo, ya no veré ataque del otro, sino la ayuda que necesito y que esa persona me está brindando.

¿Puedo imaginarme una vida en la que sólo recibo lo que requiero en cada instante, en la que nada ni nadie es capaz de arrebatarme la paz y la felicidad que ya está ahí y sólo debo permitirme?

¡Sí es posible! Con un mínimo de nuestra voluntad la Vida nos lo da todo. Si estás dispuesta/o a vivir de otra manera, la Vida te proveerá de todo lo que necesitas para ello. Sólo te pide decirle Sí, dejar de atacarla y de estar en conflicto con ella, dejar de luchar… rendirte.

Y entonces te alejarás del sufrimiento y te acercarás al verdadero Amor.

Tu felicidad está a un pensamiento de distancia ❤️

Un mundo de necesidad

¿Alguna vez te has preguntado de dónde viene el hambre insaciable no sólo por comer sino por tener?

Si estás leyendo esto es porque tal vez ya te lo has planteado. Al igual que todo lo que percibimos en este mundo, la necesidad proviene de una idea. La idea de «creer» que algo me falta. Ese algo comienza por la necesidad de afecto o cercanía materna cuando nacemos. Luego deviene en hambre y sed lo cual induce a inventar un lugar específico para que esto ocurra. Y ahí lo tenemos, le llamamos baño o WC, o bien árbol, pasto o plantita. Después creemos necesitar un techo y unas paredes unidas por vértices rectangulares para protegernos de las «inclemencias» del ambiente. Y así continúa nuestro desarrollo físico adoptando nuevas necesidades inventadas en las que depositamos todo nuestro poder de crear. Una nave terrestre, acuática o aérea que movilice al personaje importante que ya creemos ser, un manojo de papeles moneda pintados a los que entronamos más que a las personas que nos rodean, una actividad laboral que nos permita conseguir éste ídolo máximo para así tener el poder de subsanar todas las demás necesidades.

Trabajamos hasta el cansancio para inventar luego las vacaciones y los viajes y así cansarnos también de ellas para regresar a trabajar. Y de vuelta, a conseguir papelitos pintados que ni siquiera nosotros producimos, sino los bancos. Pero aún así nos decimos cosas como «Eh tú, ya ponte a trabajar, sé productivo, deja de ser un vividor». Hasta aquí no veo ningún problema. En realidad éste comienza cuando nos creemos que en verdad «tenemos que» «para cumplir con» y si esa condición no se cumple, o bien somos culpables –erróneos– por ello o bien lo son los «demás» de cómo nos va con ese juego tenebroso. Y se vuelve tenebroso porque creemos morir si nos llega a faltar aunque sea una pieza de esas baratijas sin valor con las que nos regodeamos en tono miedoso y burlón al lado de quienes nos rodean. Nos convertimos en máquinas acaparadoras y retenedoras de papeles pintados en cualquiera de sus formatos, valorando más unos que otros y enfermando, engordando o cambiando de avatar para probar «una necesidad ficticia inventada más».

Además, están esas ensoñaciones grandiosas de conquistar otros mundos sin haber conquistado nuestro propio corazón. Sin habernos conocido en lo más mínimo, sin habernos encontrado en una sola mirada. Sin habernos amado, así convergemos en un vórtice de deseos abarrotados de necesidad donde el saco que llenamos está agujerado desde el fondo…

Justificamos y defendemos la necesidad en pro de la supervivencia de un envoltorio que no hace sino obedecer los mandatos de nuestra mente. Y las dividimos y jerarquizamos en pirámides que aceptamos ciegamente como verdaderas reglas de oro que «debemos» seguir para «tener éxito». Wahhhh, ya me cansé sólo de recordarlo. Pero elijo descansar en un recuerdo que está más cerca que cualquier otro: mi verdadera Identidad sin forma, sintiente…

Tal vez disertes con respecto a lo que es evidente en tí y en mí, y estás en tu pleno derecho de hacerlo, solo me gustaría recordar contigo algo que no hemos olvidado ni tu, ni yo, ni nadie: sólo hay abundancia cuando no hay nada qué temer.

Por: Carlos Barrón Mondragónabunancia