Positivo, negativo o ¿todo lo contrario?

Existe una confusión muy grande hoy en día con respecto a lo que es mejor o peor, lo que me conviene o no, lo que es bueno o malo, o lo que es positivo y negativo. Es una confusión que provoca un conflicto interno que no parece tener salida.

Creemos que es mejor pensar positivamente para así lograr lo que queremos y por ende cambiar al mundo y ser felices. Hacemos una fórmula mágica basada en ésta premisa, que pese a que parece tener éxito, es un éxito temporal que no nos satisface en el fondo, porque cambia constantemente sin nada de nuestra parte que podamos hacer para evitarlo. Lo que sucede, sucede, lo preveamos o no. 

¿Y por qué no nos sentimos satisfechos? Muy simple, al creer en lo positivo como algo real, automáticamente creamos el polo opuesto, –lo negativo–, y necesariamente se manifestará tarde o temprano en nuestra experiencia de vida, dejándonos con un sabor de zozobra una vez más, al creer que “tenemos que” luchar en contra de

yin-yang-
Yin Yang

lo negativo para eliminarlo, y así ser positivos. Hacemos del mal un enemigo imaginario, y del bien un amigo de igual forma imaginario, sin ver que ninguno de ambos existen en realidad más que como ideas de oposición que entran en conflicto si no las miramos desde una perspectiva amplia, imparcial.

El problema que emerge de este juego truculento es que al juzgar lo “negativo” como algo “malo” nos volvemos en contra de todo lo que juzguemos como “malo” defendiéndonos de ello con ataque y hacemos de lo «positivo» un ídolo o dios deseable de imitar. Esto significa que negamos lo “negativo” como un aspecto de nosotros mismos que no hemos elegido aceptar aún. Es como cargar con una moneda a la que caprichosamente valoramos más, por ejemplificar en este caso, –el sol que el águila–. De esta manera creemos que el águila no es digna de ser vista y entonces sólo elegimos ver el sol. Pero esto no hace que el águila desaparezca, sigue ahí, aguardando a ser aceptada como una aspecto inseparable de la misma moneda que representa la unidad. 

Mientras no haya aceptación de los dos aspectos que conforman a la moneda no puede haber una visión completa de lo que ésta es. Traducido a nuestra experiencia cotidiana, si no aceptamos que eso que llamamos “negativo” es sólo una percepción parcial de las cosas, no podemos ver el cuadro completo, y por tanto, no podemos sentirnos completos. Entramos en guerra con nosotros mismos y los demás al arrojar nuestra negatividad sobre ellos, empezando por nosotros mismos. Y así declaramos la guerra al mundo entero. Estoy en conflicto conmigo, entro en conflicto contigo. Y ahora la competencia entre ambos es necesaria, pues sólo uno de nosotros puede ganar. Y el que pierda se tendrá que doblegar ante el ganador. Y así la locura continúa creciendo exponencialmente.

Si unimos lo positivo y lo negativo, yin-yang o femenino y masculino en la mente, el resultado es uno que no solemos contemplar en la ecuación, porque éste lo abarca todo y no lo podemos ver con los ojos del cuerpo. Matemáticamente, si haces la operación de unir +1-1, el resultado es 0. El 0 es un símbolo de la unidad que lo abarca todo, tal como la moneda abarca ambas caras y no tiene preferencia por una de ellas en especial. Así es como funciona todo aún en este mundo que, curiosamente también es redondo, como el 0. Y no estoy afirmando que haya que unir las cosas que parecen haberse fragmentado, pues eso es imposible. Sólo unimos nuestros pensamientos, tanto positivos como negativos a la fuente, que está en la mente. Y a ésta le puedes llamar como quieras, Dios, Origen, Consciencia Universal, Luz, Divinidad, etc.

Los hombres no pueden funcionar sin las mujeres y viceversa. La carga positiva de las baterías no pueden encender ningún aparato sin la carga negativa. La hidratación del cuerpo no puede suceder si no hay sodio y potasio+, ni el cuerpo funcionar si el hemisferio izquierdo no se acopla con el derecho en perfecta armonía. Todo funciona en pares, en apariencia. Y recalco la palabra “apariencia” porque en realidad no existen esos pares o polos opuestos. Son simplemente aspectos, energías o fuerzas que nos aventuramos a crear la apariencia de estar divididas para acentuar una sobre la otra, de acuerdo a una creencia/deseo descabellados de ser nosotros mismos, –seres separados de la unidad–. De ahí surgen el resto de creencias, emociones, sentimientos, ideales, imaginaciones, proyectos, deseos y todo el sufrimiento humano que abarca la enfermedad, la pobreza, el estrés, la depresión y la muerte.  

Este desajuste en la mente humana es el que observamos en el mundo que experimentamos a cada momento. Si te das cuenta, tal desbalance está en la percepción de la mente. Por eso no tienes qué hacer nada para cambiar tus pensamientos negativos a positivos, ni requieres realmente balancearte para estar más hacia un lado que hacia el otro. Sólo necesitas cambiar tu forma de pensar con respecto al mundo que te rodea. Empieza por reconocer que éste mundo lo has inventado tú. No hay nada en todo lo que experimentas, que esté causado por algo fuera de ti. Sólo tú eliges y decides creer en los polos opuestos dándoles realidad a ambos, y sólo entonces tú puedes retirarles tu poder creativo para que dejen de atenazarte con miedo. Nadie lo puede hacer por ti, es tu decisión ahora, en el no tiempo.

Una vez que una ilusión la reconoces como tal, desaparece. De nuevo, no tienes que hacer nada para que se vaya. Si enciendes la luz de tu habitación, la oscuridad no tiene más remedio que irse. Y la luz es un regalo que ya traes contigo todo el tiempo, en cada momento. Sólo requieres permitirte encender el interruptor interno para que ésta emane de ti e ilumine todo a tu alrededor. ¿En dónde está, entonces, lo “positivo” y lo “negativo”? Son sólo alucinaciones.

Sólo tú crees en tus monstruos internos, sólo tú fabricas tus propios enemigos y reaccionas ante ellos como si alguien más los hubiera puesto frente a ti, para limitarte, culpando al mundo entero por ello. Sólo tú puedes dejar de re-activar el pasado que contiene tu creencia en ser uno de esos polos en constante fluctuación, siendo bueno y mala y luego al revés en cada segundo, creyendo necesitar al otro para completarte. No eres ninguno de los dos, sino todo lo contrario. ¿Puede haber un contrario a los dos? Ese tercer ser es el Amor. Lo opuesto al amor es el temor, pero aquello que todo lo abarca, no puede tener opuestos. En ésta premisa descansa la verdad que has estado buscando afuera, ahora siendo perfectamente disponible de encontrarla dentro. Y el afuera y el adentro también están incluidos en el amor, y así dejan de ser dos para convertirse en uno. Por eso, cuando hagas del hombre y la mujer uno solo, de modo que el hombre no sea masculino, y la mujer no sea femenina, entonces entrarás en el reino. Y el Uno es abrazado por la esfera del campo cero que abarca todas las cosas y no ve diferencias en ellas. Y si no hay diferencias todo es lo mismo: una sola creación perfectamente unida a su origen que a su vez, es Uno con ella también.

Lleva esto a la práctica, pues sólo de ésta manera podrás experimentar esa verdad que parece estar en otro lado, en ti. Y las dudas, la confusión y la desesperación se irán por la nada de donde vinieron, pues en realidad nunca estuvieron en ninguna parte, más que en tu mente que las inventó. Sólo representaban nubes pasajeras de confusión que antes valorabas, y ahora al ya no atraerte más, –porque reconoces la falta de utilidad y no porque alguien te lo imponga–, puedes soltarlas sin pesar, tal como un niño deja sus juguetes cuando le quedan pequeños. 

Confía en la vida, ya estás listo o lista para vivirla, pues ella eres tú. Intercambia amorosamente tus juguetes tétricos y desgastados por una confianza plena en que todo lo que estás viviendo ya lo has vivido, y estás aquí repasándolo para elegir de nuevo con respecto a cómo quieres vivirla: en paz o con drama, feliz o infelizmente, consciente o inconscientemente. No tienes pensamientos neutros, si eliges pensar con y desde el amor, creas amor; si prefieres el temor, fabricarás un mundo de miedo y huirás constantemente de él. Y así te olvidarás que fuiste tú quien lo hizo y que sólo tú puedes deshacerlo al perdonarlo, al dejar de reaccionar a él como si estuviera fuera de ti.

¿Qué debería hacer entonces para ir más allá de ésta dualidad conflictiva? Elige ir dentro de ti a ese espacio silente que mora en medio de dos pensamientos, esos dos que parecen estar en clara oposición entre sí, para enlazarte nuevamente con tu naturaleza sosegada de paz. Sólo ahí, en el silencio, puedes escuchar la respuesta que tanto anhelas recibir en el  ruido del mundo que parece exigirte demasiado. Y ésta respuesta se traducirá en formas que puedas comprender y aceptar en cada momento. Tal vez sólo requieras decir sí o no a un trabajo, es indiferente; tal vez seas inspirado a escribir una carta a alguien,  o simplemente disfrutar un atardecer. Las formas ni importan, sólo el contenido al que accedes cuando lo permites. Sólo ahí puedes renacer a la sabiduría interna que te ha estado esperando para ser tu maestra. Enséñate lo que quieres aprender, aprende lo que quieres enseñar, tal como das sólo hasta que reconoces que has recibido. Sólo puedes pensar con Amor o con miedo, sólo uno de ellos es real y por tanto crea la realidad, el otro inventa la ficción. Y ninguno de ellos es negativo ni positivo, pues el Amor los abarca a ambos y los consume deshaciéndolos en la luz.

Estar Disponible

Diálogo sobre el Despertar.

Tom Carpenter en comunión con Jeshua.

Apéndice 2. Sobre Tom y Linda.


Pregunta: ¿Cómo se puede actuar espontáneamente y manejar varias cosas al mismo tiempo sin planificación?

Respuesta: Te alentaría a pensar que “estar en el ahora” es estar espontáneamente disponible para tus experiencias, momento a momento. Si no lo estás, lo más fácil es que te olvides de las cosas que ya has planeado. Recuerda que esas cosas que ahora están sucediendo son el reflejo físico de tu pensamiento, y te muestran el significado que les has asociado. Entonces ¿qué otra cosa habría que manejar que no fueran tus pensamientos?

Todas las cosas fluyen suavemente sin restricciones temporales cuando dejas de resistirte a Ti Mismo, a tu Ser, cuando dejas de intentar mejorar la Creación de Dios. Te ha sido dado el perfecto Planificador. Dirígete espontáneamente hacia Él, y todas las cosas serán gestionadas perfectamente.

Cuando estás pensando, experimentando, creando creencias, estás en un estado de constante planificación. Y cuando no estás disponible para el momento actual porque tienes proyecciones de pensamiento pasadas o futuras, te olvidas de lo que tienes y te dedicas con esmero a la planificación por tu cuenta. Cuando te vuelvas consciente de que toda la dirección y la planificación que tienes que hacer es la de alinear claramente tu enfoque en el sentimiento que deseas tener a partir de tu experiencia, entonces habrás definido el significado que esta tiene para ti. Todos los detalles necesarios para facilitar ese significado, ese suceso, sucederán sin ningún esfuerzo adicional por tu parte. Esa es la naturaleza de tus experiencias, ya sea que te des o que no te des cuenta de estar planificándolas conscientemente. Por eso es que te gustaría negar que alguna vez fabricaste un evento desagradable. Las cosas que en concreto ocurrieron, los detalles, no los reconoces como algo planeado conscientemente. Y es cierto que seguramente no lo hiciste de forma consciente. Pero te aseguro que tu percepción y el significado de la experiencia fueron un reflejo directo de tus creencias.

Positivo, negativo o ¿todo lo contrario?

Existe una confusión muy grande hoy en día con respecto a lo que es mejor o peor, lo que me conviene o no, lo que es bueno o malo, o lo que es positivo y negativo. Es una confusión que provoca un conflicto interno que parece no tener salida.

Creemos que es mejor pensar positivamente para así lograr lo que queremos y por ende cambiar al mundo y ser felices. Hacemos una fórmula mágica basada en ésta premisa, que pese a que parece tener éxito, es un éxito temporal que no nos satisface en el fondo, porque cambia constantemente sin nada de nuestra parte que podamos hacer para evitarlo. Lo que sucede, sucede, lo preveamos o no. 

¿Y por qué no nos sentimos satisfechos? Muy simple, al creer en lo positivo como algo real, automáticamente creamos el polo opuesto, –lo negativo–, y necesariamente se manifestará tarde o temprano en nuestra experiencia de vida, dejándonos con un sabor de zozobra una vez más, al creer que “tenemos que” luchar en contra de lo negativo para eliminarlo, y así ser positivos. Hacemos del mal un enemigo imaginario, y del bien un amigo de igual forma imaginario, sin ver que ninguno de ambos existen en realidad más que como ideas de oposición que entran en conflicto si no las miramos desde una perspectiva amplia, imparcial.

El problema que emerge de este juego truculento es que al juzgar lo “negativo” como algo “malo” nos volvemos en contra de todo lo que juzguemos como “malo” defendiéndonos de ello con ataque y hacemos de lo «positivo» un ídolo o dios deseable de imitar. Esto significa que negamos lo “negativo” como un aspecto de nosotros mismos que no hemos elegido aceptar aún. Es como cargar con una moneda a la que caprichosamente valoramos más, por ejemplificar en este caso, –el sol que el águila–. De esta manera creemos que el águila no es digna de ser vista y entonces sólo elegimos ver el sol. Pero esto no hace que el águila desaparezca, sigue ahí, aguardando a ser aceptada como una aspecto inseparable de la misma moneda que representa la unidad. 

Mientras no haya aceptación de los dos aspectos que conforman a la moneda no puede haber una visión completa de lo que ésta es. Traducido a nuestra experiencia cotidiana, si no aceptamos que eso que llamamos “negativo” es sólo una percepción parcial de las cosas, no podemos ver el cuadro completo, y por tanto, no podemos sentirnos completos. Entramos en guerra con nosotros mismos y los demás al arrojar nuestra negatividad sobre ellos, empezando por nosotros mismos. Y así declaramos la guerra al mundo entero. Estoy en conflicto conmigo, entro en conflicto contigo. Y ahora la competencia entre ambos es necesaria, pues sólo uno de nosotros puede ganar. Y el que pierda se tendrá que doblegar ante el ganador. Y así la locura del ego continúa creciendo exponencialmente.

Si unimos lo positivo y lo negativo, yin-yang o femenino y masculino en la mente, el resultado es uno que no solemos contemplar en la ecuación, porque éste lo abarca todo y no lo podemos ver con los ojos del cuerpo, –que no están diseñados para ver unidad, sino separación–. Matemáticamente, si haces la operación: +1-1, el resultado es 0. El 0 es un símbolo de la unidad que lo abarca todo, tal como la moneda abarca ambas caras y no tiene preferencia por una de ellas en especial. Así es como funciona todo aún en este mundo que, curiosamente también es redondo, como el 0. Y no estoy afirmando que haya que unir las cosas que parecen haberse fragmentado, pues eso es imposible. Sólo unimos nuestros pensamientos, tanto positivos como negativos a la fuente, que está en la mente. Y a ésta le puedes llamar como quieras, Dios, Origen, Consciencia Universal, Luz, Divinidad, etc.

Los hombres no pueden funcionar sin las mujeres y viceversa. La carga positiva de las baterías no pueden encender ningún aparato sin la carga negativa. La hidratación del cuerpo no puede suceder si no hay sodio- y potasio+, ni el cuerpo funcionar si el hemisferio izquierdo no se acopla con el derecho en perfecta armonía. Todo funciona en pares, en apariencia. Y recalco la palabra “apariencia” porque en realidad no existen esos pares o polos opuestos. Son simplemente aspectos, energías o fuerzas que nos aventuramos a crear la apariencia de estar divididas para acentuar una sobre la otra, de acuerdo a una creencia/deseo descabellados de ser nosotros mismos, –seres separados de la unidad–. De ahí surgen el resto de creencias, emociones, sentimientos, ideales, imaginaciones, proyectos, deseos y todo el sufrimiento humano que abarca la enfermedad, la pobreza, el estrés, la depresión y la muerte.  

Este desajuste en la mente humana es el que observamos en el mundo que experimentamos a cada momento. Si te das cuenta, tal desbalance está en la percepción de la mente. Por eso no tienes qué hacer nada para cambiar tus pensamientos negativos a positivos, ni requieres realmente balancearte para estar más hacia un lado que hacia el otro. Sólo necesitas cambiar tu forma de pensar con respecto al mundo que te rodea. Empieza por reconocer que éste mundo lo has inventado tú. No hay nada en todo lo que experimentas, que esté causado por algo fuera de ti. Sólo tú eliges y decides creer en los polos opuestos dándoles realidad a ambos, y sólo entonces tú puedes retirarles tu poder creativo para que dejen de atenazarte con miedo. Nadie lo puede hacer por ti, es tu decisión ahora, en el no tiempo.

Una vez que una ilusión la reconoces como tal, desaparece. De nuevo, no tienes que hacer nada para que se vaya. Si enciendes la luz de tu habitación, la oscuridad no tiene más remedio que irse. Y la luz es un regalo que ya traes contigo todo el tiempo, en cada momento. Sólo requieres permitirte encender el interruptor interno para que ésta emane de ti e ilumine todo a tu alrededor. ¿En dónde está, entonces, lo “positivo” y lo “negativo”? Son sólo alucinaciones.

Sólo tú crees en tus monstruos internos, sólo tú fabricas tus propios enemigos y reaccionas ante ellos como si alguien más los hubiera puesto frente a ti, para limitarte, culpando al mundo entero por ello. Sólo tú puedes dejar de re-activar el pasado que contiene tu creencia en ser uno de esos polos en constante fluctuación, siendo bueno y mala y luego al revés en cada segundo, creyendo necesitar al otro para completarte. No eres ninguno de los dos, sino todo lo contrario. ¿Puede haber un contrario a los dos? Ese tercer ser es el Amor. Lo opuesto al amor es el temor, pero aquello que todo lo abarca, no puede tener opuestos. En ésta premisa descansa la verdad que has estado buscando afuera, ahora siendo perfectamente disponible de encontrarla dentro. Y el afuera y el adentro también están incluidos en el amor, y así dejan de ser dos para convertirse en uno. Por eso, cuando hagas del hombre y la mujer uno solo, de modo que el hombre no sea masculino, y la mujer no sea femenina, entonces entrarás en el reino. Y el Uno es abrazado por la esfera del campo cero que abarca todas las cosas y no ve diferencias en ellas. Y si no hay diferencias todo es lo mismo: una sola creación perfectamente unida a su origen que a su vez, es Uno con ella también.

Lleva esto a la práctica, pues sólo de ésta manera podrás experimentar esa verdad que parece estar en otro lado, en ti. Y las dudas, la confusión y la desesperación se irán por la nada de donde vinieron, pues en realidad nunca estuvieron en ninguna parte, más que en tu mente que las inventó. Sólo representaban nubes pasajeras de confusión que antes valorabas, y ahora al ya no atraerte más, –porque reconoces la falta de utilidad y no porque alguien te lo imponga–, puedes soltarlas sin pesar, tal como un niño deja sus juguetes cuando le quedan pequeños. 

Confía en la vida, ya estás listo o lista para vivirla, pues ella eres tú. Intercambia amorosamente tus juguetes tétricos y desgastados por una confianza plena en que todo lo que estás viviendo ya lo has vivido, y estás aquí repasándolo para elegir de nuevo con respecto a cómo quieres vivirla: en paz o con drama, feliz o infelizmente, consciente o inconscientemente. No tienes pensamientos neutros, si eliges pensar con y desde el amor, creas amor; si prefieres el temor, fabricarás un mundo de miedo y huirás constantemente de él. Y así te olvidarás que fuiste tú quien lo hizo y que sólo tú puedes deshacerlo al perdonarlo, al dejar de reaccionar a él como si estuviera fuera de ti.

¿Qué debería hacer entonces para ir más allá de ésta dualidad conflictiva? Elige ir dentro de ti a ese espacio silente que mora en medio de dos pensamientos, esos dos que parecen estar en clara oposición entre sí, para enlazarte nuevamente con tu naturaleza sosegada de paz. Sólo ahí, en el silencio, puedes escuchar la respuesta que tanto anhelas recibir en el  ruido del mundo que parece exigirte demasiado. Y ésta respuesta se traducirá y se te dará en formas que puedas comprender y aceptar en cada momento. Tal vez sólo requieras decir sí o no a un trabajo, es indiferente; tal vez seas inspirado a escribir una carta a alguien,  o simplemente disfrutar un atardecer. Las formas no importan, sólo el contenido al que accedes en ese espacio mental libre. Sólo ahí puedes renacer a la sabiduría interna que te ha estado esperando para ser tu maestra. Enséñate lo que quieres aprender, aprende lo que quieres enseñar, tal como das sólo hasta que reconoces que has recibido. Sólo puedes pensar con Amor o con miedo, sólo uno de ellos es real y por tanto crea la realidad, el otro inventa la ficción. Y ninguno de ellos es negativo ni positivo, pues el Amor los abarca a ambos y los consume deshaciéndolos en la luz.

¿Suicidio o huída?

«We don’t really ever die».

–Lucy

El suicidio no es, –como dicen Les Luthiers– , matar a un suizo, ni matarse a sui mismo, ni lo que tal vez muchos piensen sobre el suicidio el cuál creen que debería condenarse a muerte.

Bromas aparte.

Empiezo a abordar este tema con humor porque la muerte es algo que los humanos nos hemos tomado tan en serio que le tememos más que al «coco» que creemos vive debajo de la cama en nuestra infantilidad.

Tómate un respiro. Es posible que conozcas a alguien que se haya suicidado y en este momento venga a tu mente y a tu cuerpo emocional con cierta melancolía. Quiero recordarte que eso que sientes es totalmente correcto, pues no puede ser de otra manera sino como está siendo ahora. O tal vez alguna vez o en varias ocasiones tú mismo hayas sentido ganas de suicidarte. La vida parece ser compleja, pesada, difícil de llevar a cuestas. Pero sólo lo parece.

En realidad, cuando crees que debes cumplir con ciertos estatutos, lograr ciertas metas y quedar bien con todo el mundo es cuando empieza la presión que se convierte en depresión. Ese estrés que está tan de moda hoy en día practicar como deporte mundial se vuelve la causa de querer cambiar de forma porque no vemos por dónde hallar una salida al sufrimiento que decidimos cargar encima, cada quien con su toque «personal».

Y justamente en ésta parte que llamamos «persona» que se cree escindida del resto, es donde comienza la depresión. Cada uno de nosotros hemos pintado una imagen o autoconcepto de nosotros mismos, a la cuál reaccionamos de forma dual, es decir, con apego o rechazo y luego nos creemos ser esa pintura. Si comprendemos este engaño cognitivo doble y somos lo suficientemente valientes para afrontarlo, podemos contemplar cómo la mente misma que lo hizo, puede de hecho, deshacerlo.

Es como cuando ibas a la escuela y hacías y deshacías figuras de plastilina con un espíritu juguetón, sin conmoverte ni identificarte con ellas. Simplemente sabías que eran un juego y las dejabas a un lado cuando te ibas a comer. No te ponías a llorar porque tu figurilla le faltaba un brazo o le sobraba cabello. Conforme creciste, decidiste aprender enseñándote a través de otros, ideas que hiciste tuyas, les diste realidad, las valoraste como buenas o malas. Y de esta manera creciste creyendo que tu juicio estaba justificado y además era siempre el mejor. Así te volviste un manojo de nervios con las manos en el volante de tus relaciones interpersonales y contigo mismo, además de aquellas con todas las cosas más allá de las personas, como el clima, la comida, los animales y el dinero con todo lo que compra. Y tu personaje ficticio inventado por ti mismo se volvió un lastre, al cual había que mantener su «buena» imagen ante las miradas de los demás y la tuya propia como te imaginaste que «debería ser».

Como eso no sucede la mayor parte del tiempo, te dedicaste a culpar al mundo entero de tu situación, porque si recuerdas, decidiste separarte de él en el momento que volviste aquí. Ahora eras tú y tu mamá, tu papá, tus hermanos, tus familiares, tus amigos, tu pareja, etc. Fabricaste una conciencia para poder verte aparte de los demás y entonces poder compararte con ellos. Y al compararte te separabas más y más sin saberlo, y esto te causaba confusión, sufrimiento, sensación de soledad. Y luego te sentías víctima de ese mundo que habías fabricado en base a tu retrato personal. Pues el fondo, el escenario y los demás personajes parecían ser muy distintos a ti, y no obstante ofrecerte aquello que creíste haber perdido al dividirte en dos. Si te pintaste como mujer entonces requerías un hombre para estar completa y visceversa. Y te has dedicado a buscar tus complementos no sólo en las personas que te rodean sino llenándote de posesiones materiales a las que les conferiste todo el poder de hacerte feliz.

El suicidio que alude a la muerte auto inducida no es más que una transición entre una habitación donde estabas mirando tu propia escena con tu personaje y los personajes en ella y que, de acuerdo a tu estado mental, simplemente abres la puerta y sales de esa habitación para entrar a otra, –si haces la trasición sin darte cuenta de la reactividad del pasado en la que aún crees y por ende creas–, o bien si ya has perdonado completamente tu forma de mirarte, mirar el tiempo y mirar a las demás personas y cosas en el mundo, la habitación ya no tiene paredes ni puertas, es esa luz eterna indescriptible que Elizabeth Kubler Ross documentó en sus miles de casos estudiados de experiencias cercanas a la muerte.

Tal como Robert Lanza y otros científicos cuánticos han comprobado hace pocos años, la muerte no existe mas que como una idea de cambio. El Buda o Jesús hace más de 2,000 años vinieron a enseñarnos lo mismo: la muerte es susceptible de ser vencida, pues es sólo una idea en la mente y el cuerpo físico no es nuestra verdadera identidad, sólo una proyección mental pasajera, –o si prefieres verlo así–, imágenes residuales. Nuestra verdadera identidad sigue incólume más allá de las formas, en la consciencia trascendente universal, y es posible reconocerla en cada instante.

El cuerpo físico es sólo una imagen cambiante que está siendo proyectada por nuestra mente con un único propósito: servir de canal de comunicación entre los cuerpos que han creído ser seres separados por fronteras de carne y hueso, por maneras de pensar, de vestir y de actuar. El suicidio es una forma de huída al sufrimiento causado por negarte a ser lo que eres más allá de tu propio autoconcepto que es elegido a modo de último recurso como salida a él. Es una huída de esta única función de percibirnos y reconocernos correctamente como un mismo ser inmortal, que se experimenta como «muchos» y que no ha dejado de morar como amor incondicional. Solo lo decidimos olvidar compartidamente y ahora es tiempo de recordarlo conjuntamente, empezando por ti. Es tu decisión.

No necesitas hacer, ni lograr, ni conseguir nada. Todo está siendo hecho a través de ti. No necesitar no significa no elegir o querer hacer algo, solamente significa que no te falta nada, no eres carente ni víctima del mundo que ves. Eres plenamente libre y responsable de tu experiencia de vida, en cada respiración. Tú eliges cómo vivirla, no qué vas a vivir. Y desde ese reconocimiento encuentras esa verdad que nadie te puede dar, sólo recordar. Vuelve a nacer. Sé feliz.

Ser feliz es una decisión voluntaria que puedes hacer en cada momento, sin que dependas de nada ni nadie en absoluto. Es una comunión directa y experiencial que eliges desde tu propio discernimiento. Tomas un respiro, te vacías de toda imagen fabricada y pensada y de las que ves con tus ojos y sentidos, permaneces en silencio un momento y resurges como alguien totalmente nuevo. El tiempo y el espacio se colapsan para dejarte en el único instante donde existes y eres pleno con mayúsculas: el presente. Y confías en él. No hay nada que te pueda hacer falta, permites que todo te sea suministrado con agradecimiento y sin esfuerzo. Si eres honesto por un instante, nada lo has logrado por tu cuenta jamás. Hasta los méritos que te auto adjudicas vienen dados por una fuerza manifiesta en todas las cosas y personas que te rodean que no puedes explicar pero que es evidente que está ahí desplegándose ante ti como los pétalos de una flor.

El único «problema» es que no te permites recibir lo que la vida te da porque te percibes inmerecedor o indigno de lo que recibes, a veces crees que te mereces más, a veces menos, pero hay una sensación subyacente reiterativa de un hueco sin llenar dentro, una culpa añeja que no es sino un pensamiento hostigador de estar disgregado del resto. No te sientes escuchado, y temes que te escuchen, porque no te atreves a escucharte. El silencio te aterra, pues piensas que ahí mora un demonio interno que te podría arrollar si lo miras de frente, y sucumbes ante este pensamiento de temor. Huyes de él. De ti mismo.

Respira otra vez. Deja de huir. Este viaje que acabo de narrar es el tuyo propio, todos vamos en el mismo tren. Y todos buscamos la misma paz y plenitud, la única diferencia es dónde y cuándo decidimos encontrarlos. Pues al final todos nos perdimos a nosotros mismos y hemos venido a ésta aula llamada planeta tierra a reencontrarnos con la respuesta en el interior que nos libera de la muerte, llevándonos a la vida eterna.

 

Por: Carlos Barrón M.

¿Dónde quedó la salvación?

No estoy aquí para cambiar al mundo, sólo para aceptarlo…

Pero, ¿por qué no? Si puedo hacer tantas cosas para cambiarlo, para salvarlo, para que sea un mundo mejor donde mis hijos puedan vivir plenamente en el futuro…

¿En verdad aún te crees esas añejas y pisadas ideas, pese a la evidencia aplastante que demuestra lo contrario?

Cuando iba a la escuela y me enseñaba la historia universal y luego la del país donde vivo, no le hallaba ningún sentido a ello. Siempre me preguntaba, ¿para qué estudio esto? ¿De qué me sirve o servirá? Si yo quiero ser futbolista o astronauta o ingeniero…algo que valga la pena hacer aquí para divertirse mientras descubro qué hago aquí…

Y ahora justo cuando escribo esto que quiero compartir desde el momento inspirado en el que lo hago, recapacito, –ahh…para esto me sirvió aprender la historia y todo lo que me enseñé en la escuela–, para darme cuenta que los humanos no hemos venido a cambiar nada, no sólo porque no podemos, no hemos podido ni podremos hacerlo; sino porque ni siquiera es nuestra función aquí en este mundo… Y de esto trata este corto escrito, de la vida misma, que por cierto, no es corta sino que vivimos en escenas fragmentadas que parecen acortarla. La vida es una y es eterna, los cuerpos son los que van y vienen como actores y actrices entrando y saliendo en el escenario de ella.

Ahora, volviendo al tema, no estoy diciendo que no hagas lo que crees que tienes qué hacer mientras descubres tu único propósito que está oculto en todo lo que haces, sino que justamente en lo que haces ya está el propósito que tanto buscas. No es cambiar a tu pareja, tus hijos, tus empleados o jefes ni a tus amigos, familia o al gobierno de tu país. No necesitas cambiar el clima ni favorecer a hacerlo, no requieres ganar más ni volverte autosuficiente o independiente. Ni siquiera requieres salir de tu «zona de confort» para desafiar tus límites y dejar de vivir cómodamente para demostrarte que tú puedes por tu cuenta salir adelante y demostrarle al mundo lo capaz que eres. ¿Quién te ha dicho eso? ¿Y tú por qué te lo has creído?

Si, entiendo que vivimos en un mundo que nos parece pedir mucho y exigir sacrificios y esfuerzos desmedidos para apenas sentir que asomamos la nariz para respirar fuera del fango, pero eso no tiene por qué ser así. Y no me refiero a que cambies las formas para que te sientas mejor, esa no es mi función aquí, pues no sé qué es lo que te conviene ni me conviene. Eso viene dado por añadido cuando eliges ver a este mundo más allá del campo de batalla en el que se encuentra cada día.

Hay una lección co-lectiva, es decir, que sigue estando disponible para aprenderla juntos con cada situación, cada respiración y cada sentimiento que vivimos en el ciclo de vida onírico en el que parecemos estar dando vueltas continuamente, y es esta: todo aquí es lo mismo, es para lo mismo y se mira y trasciende de la misma manera. Es decir, no hay grados de dificultad para trascender eso que tanto te afecta porque te lo tomas muy en serio. Pues no significa nada, sólo el significado que tú le confieres a ello.

Por ejemplo, la catedral de Notre Dame se quema y te molesta que haya mucha ayuda monetaria para restaurarla, porque mientras en tu localidad los incendios consumen miles de hectáreas de bosque y no hay ni un cristiano que se acomida a aventarle un poco de agua. Dos situaciones, una misma manera de verlas. ¿En dónde está el problema? Es evidente ahora…en tu manera de verlas. Si cambias tu manera de ver por la que olvidaste –que es la solución–, entonces la solución no está en cambiar o castigar al gobierno que no apaga un incendio que aparenta ser mucho más grave que el otro, ni en las personas que no hacen nada en una situación y las que sí aportan en la otra. Ahora bien, ¿dónde quedó la salvación?

Cuando te miras con honestidad, observando qué hay dentro de ti en cada situación de conflicto interno, ya estás descubriendo por qué ves conflicto allá afuera en tu mundo. Ese problema que te molesta está surgiendo en ti. Ya no puedes culpar ni responsabilizar a nadie afuera. Y ojo, ahora que te consideras responsable de lo que ves, ten cuidado de tampoco quedarte con esa culpa por tu descubrimiento. Da el salto siguiente inevitable: entrégalo. Todo el asunto no te pertenece. Sólo quisiste pensarlo, creértelo y darle vida en este momento, y sólo en este momento puedes decidir deshacerte de ello. No hay otro momento, ¿cierto? Si lo armaste lo puedes desarmar, y lo único que desarmas es tu yo falso, tus creencias y tu autoimagen demacrada que ya no necesita más ser sostenida ni defendida. Y si crees que los demás tienen que cambiar primero para que tú cambies, eso también lo puedes entregar para ser disuelto de tu mirada. Y si en verdad lo haces, de corazón, así será. Es inevitable. Y todo este proceso sin levantarte de tu asiento ni mover un sólo dedo.

En el ahora eres libre de elegir de nuevo, constantemente, y aunque te olvides puedes recordarlo. ¿Cuándo? Ahora. El camino se hace al andar, y el destino es él mismo.

Carlos Barrón M.

¿De qué manera ayudo a mi prójimo?

Ayudándome primero a mí. Un cojo no puede ayudar a otro cojo a caminar.

Haciendo consciente en mi mente que no estoy separado del Origen, de Dios.

Eligiendo concebirme a mí mismo como un Ser completo, invulnerable y eterno.

Porque así es como quiero que me vean los demás. No aceptando una imagen de víctima del mundo, tanto de mí ni de mi hermano/a.

Cada que me tope con alguien que me pida ayuda, preguntando desde el Corazón al Espíritu, Maestro Interno o Intuición, cómo quiere que actúe en esa situación. Entregando así mi ignorancia y abriéndome a recibir sabiduría, pues yo no sé qué sea mejor ni peor para ayudarme y ayudar. No sé qué necesita el otro para sanar las elecciones que ha hecho para sí mismo. Solo puedo elegir para mí mismo lo que quiero sanar en cualquier momento dado, respetando mi libre albedrío y el ajeno. La carencia, tragedia, enfermedad y pobreza que vea afuera, siempre hablará de la carencia, enfermedad o pobreza dentro de mí, que hasta que no permita que sea sanada no veré sanación donde creo que falta.

Elijo volverme un instrumento al servicio de Dios, Quien realmente sabe qué debo hacer.

Elijo ver el Ser esencial de mi hermano/a, más allá de lo que perciben los ojos del cuerpo. Más allá de lo que la voz del miedo y de la culpa juzguen y me dicten.

Sólo de esta manera me libero del programa dualista de victimarios y víctimas y empiezo realmente a ser de ayuda para toda la Creación .

Por: Carlos Barrón Mondragón

Destacado

Liderazgo Consciente

Liderazgo Consciente

Un líder verdadero es aquél que es un seguidor leal de su instinto guiado por su mente recta, su mente unida a la comprensión de la realidad y la paz.

En este mundo nos hemos creído que un líder es quien sabe más o tiene mayor conocimiento y tenacidad para guiar a otros. Hemos creído que un líder es alguien superior a quién rendir cuentas y seguir por ciertos atributos que vemos en él o ella de manera externa y que implícitamente aceptamos que no están en nosotros o bien nos faltan.

De esta forma miramos y convertimos a alguien en un ser separado de nosotros que tiene poderes, características y voluntad propia distintas a las nuestras y por ende asumimos la separación de ellos como real con respecto a nuestras propias creencias, atributos y percepciones de nosotros mismos que nos limitan a ser «seguidores». Así, «tenemos que» rendir cuentas partiendo de que somos «menos que los líderes», sin darnos cuenta de que lo único que estamos mirando en un líder o «ídolo» son nuestros propios atributos que hemos juzgado como «buenos» o «malos», «mejores» o «peores». Así convertimos a ese «líder» en un chivo expiatorio que de acuerdo a cómo se comporte, cómo se exprese o cómo se vea superficialmente lo subiremos o bajaremos del trono del «liderazgo». Y esto lo hacemos con todas las personas o cosas que nos rodean, desde nuestra familia cercana o pareja hasta los animales o las plantas, el aire que respiramos o el dinero.

Cuando somos conscientes de esto, surge una voz interna que nos dice: –pero…yo no estoy preparado ni fui educado para no seguir órdenes…–, o bien, si hemos tenido la tendencia a guiar o creernos líderes en este mundo, pensamos: –»yo debo» ser el ejemplo y «guiar» a los que no saben…– Y te preguntarás entonces, ¿debería ser «cordero» o «lobo»?

La vida nos enseña todo el tiempo que no hay ni unos ni otros en la realidad, sólo percepciones basadas en nuestros propios juicios compartidos con la sociedad y que todo ello habita en la mente de quien elige pensar, percibir y sentir la vida en modo dual.

El liderazgo consciente es entonces, aquél que es guiado por una fuerza invisible que no es de este mundo y que nos hace permanecer en perfecta quietud mientras la elegimos como nuestra única guía. Nos permite ver mas allá de las diferencias entre cualquier polo opuesto y las personas –que no son más que concreciones temporales del pensamiento–, se convierten en ayudantes seguidores del mismo propósito universal de ser felices, que van a nuestro mismo nivel de consciencia al ser espejos de nuestros pensamientos. Desde este punto de consciencia podemos llamar a nuestros acompañantes de esta vida como queramos, –líderes o seguidores–, y no afecta en modo alguno nuestro instinto basado en la satisfacción plena de sabernos iguales en todo sentido. Sólo estamos experimentando un papel distinto en nuestra labor diaria que además cambia de la casa al trabajo o en el ambiente familiar, de amigos o «desconocidos». La igualdad verdadera que está más allá de las apariencias ahora nos invita a retomarla como nuestra intuición maestra de las cosas y nuestro modo de vida en cada relación con los «demás», relación tal que no es sino la relación con nosotros mismos y con la consciencia universal que no hace distinción entre líderes ni seguidores, blancos ni negros, pobres ni ricos, empleados ni desempleados. Tales percepciones dejan de tener valor cuando dejamos de juzgarlas desde la mente que divide todo creyendo que sabe cómo hacerlo desde la dualidad del pasado.

¿Cómo accedemos a practicar ésta nueva visión del liderazgo de manera aplicable?

El mundo es una maraña de pensamientos condensados en un sin fin de formas que cundo las contemplamos, no podemos entenderlas. Para contemplarlas correctamente es necesario limpiar la mente del enredo confuso superficial que podemos ver como olas intensas en el océano. Para que esas olas formadas por ondas energéticas de pensamientos se aquieten, se requiere elegir ahondar en el silencio donde sólo hay quietud. Ir al fondo del océano requiere de honestidad, valentía y coraje de atravesar las capas superficiales que tan agitadas nos parecen moverse. Requiere de consciencia o darse cuenta del lugar donde estoy, de responsabilidad que asuma y enfrente mi sentir emocional de la situación, y que acepte confiar en que el viaje a ese fondo donde yace nuestro verdadero propósito y sabiduría lo está haciendo la intuición que no teme nada porque sabe que sólo está regresando al corazón donde pertenece. Y puede ir ahí y regresarte de nuevo si quieres ir a la superficie, sólo para que mires con el ojo interno tu propia creación, y puedas perdonarla.

En realidad el mundo que hemos creado nos da todas las herramientas para hacerlo a cada instante, en cada respiración, con cada situación o «problema». Y es que cuando nos permitimos estar en silencio por unos minutos cada día al despertar, durante nuestra jornada laboral y en cada momento donde hay cualquier sensación de conflicto, carencia de tiempo, hambre o necesidad; podemos volvernos conscientes como primer paso de aquello que hemos percibido como la fuente de nuestro sufrimiento. Después de que lo hemos visto con honestidad al ponernos enfrente eso que tanto le hemos rehuído, el siguiente paso está esperando que lo elijamos sin más rodeos: reconocer que estamos viviendo el efecto de juzgar y por ende somos responsables de la experiencia que estamos teniendo y podemos elegir vivir una energía distinta en donde toda opinión o juicio cesa y la entrega a nuestra intuición de paz de esa situación o «problema» comienza. Así la confianza que surge al aceptar que no sabemos qué es lo mejor ni lo peor, qué nos conviene más ni cómo resolver nada en este mundo para nosotros ni para los «demás» se hace presente. Y hasta que este proceso no suceda en la mente, las respuestas no pueden ser reveladas. Y cuando lo sean, se manifestarán en formas variables como decisiones acertadas, pensamientos, imágenes, llamadas, gestos, corazonadas, inspiraciones, o intuiciones. Permítete vivirlas sin importar cómo se manifiesten.

Este es el tercer paso, la confianza en donde las respuestas provienen sólamente de una fuente que está más allá de toda percepción figurada o imaginaria de este mundo y, no obstante, más cerca de lo que aparentan estar: a la distancia de una elección consciente, una respiración, un pensamiento. Ese lugar es la consciencia silente donde elegimos estar cuando permitimos que el proceso del perdón verdadero –de dejar ir– suceda en nosotros, nos atraviese y nos viva. Las cosas, situaciones y personas nos están dando toda la experiencia que hemos querido experimentar para volver a elegir cómo vivirla. Estoy hablando solamente de dejarnos guiar por eso que no tiene forma confiando en ello, sin importar qué palabras usemos para referirnos a ese Ser que es nuestra identidad universal y que es lo que nos une deshaciendo diferencias, percepciones y el control que tanto le gusta al ego manejar para manipular a otros y jactarse de ser superior; o bien para sentirse víctima o inferior y sentir que el mundo se ha vuelto en contra de nosotros por nuestra apariencia, conocimientos, poder adquisitivo o forma de pensar.

Por: Carlos Barrón M.

¿Para qué experimento esto?

Las experiencias “físicas” solo sirven para identificar los procesos de pensamiento que reflejan tus creencias.

En realidad las experiencias “físicas “ son siempre experiencias mentales, pensamientos o energías individualizadas, condensadas en la temporalidad.

Tal como te sientas con alguien o algo es como te percibes y te recreas a ti mismo, si la motivación o intención está determinada por un marco mental de Paz, así será tu experiencia que transmitas, y el “otro” es lo que te devolverá como reflejo especular, si es de conflicto, tu experiencia “física” será también de la misma cualidad, y los que te rodeen te comunicarán el resultado de esa motivación que extiendes.

La motivación es la fuerza que mueve tus deseos, si alineas tu mente con uno sólo de ellos que sea verdaderamente sin cero apego al miedo, el resultado de esta alineación será el despertar a al estado natural de Ser: la Paz perfecta que no cambia nunca, aunque sueñes que eres algo distinto de ella.

La permisión es el paso necesario para que tu mayor deseo unificado de retornar a la fuente siendo feliz se consume. Sin ella la intención se diluye en la turbiedad de los deseos volátiles que te llevan a topar con pared constantemente.

Únete al deseo Universal de Ser Uno y todo deseo adyacente se ajustará a él. Y éstos se convierten en el puente al logro pleno de reconocimiento del Ser.

Ya eres, no necesitas hacer nada para volver a Ser, es un gesto instantáneo de elección consciente que te lleva a tu hogar, en el despertar.

No confundas ningún sueño de despertar con la realidad de él, pues en ella sólo hay Abundancia sin carencia, Amor sin miedo, Alegría sin tristeza, Inmutabilidad sin cambio.

Por: Carlos Barrón Mondragón

¿Qué pasaría si no hay expectativas, miedo, control ni especialismo en la relación de pareja?

Sólo quedaría la verdadera relación que siempre ha habido, sin comienzo ni final, sin nacimiento ni muerte…la relación con Dios, con la Verdad, con el Amor.

Todos los “peros” que empiezan a correr al darme cuenta de esto, son ecos de un pasado corroído por el miedo: miedo a no lograr, a que no ocurra lo que quiero, a perder…a la soledad.

Y elijo dejar de tolerar mi sufrimiento sintiéndolo primero y luego traspasándolo…pues sólo provenía de una idea de intentar estar separado…la idea de lo imposible.

¡Qué simple se vuelve así, el perdón a mí mismo! ¡Me libero y libero a mi pareja que he aprisionado en la jaula de la culpabilidad!

Ahora en Verdad no necesito nada de ella, ni de nadie, no necesito nada…ya estoy y soy completo. Y no me refiero al cuerpo, solo al Ser.

El hambre de necesitarla, de contenerla, de aprisionarla bajo mi control era sólo por el miedo a estar sólo, al creerme que si no hay un cuerpo al lado de éste me quedaría solo, desahuciado, desterrado de la vida.

Por una idea de creer que mi pareja ya no me llena o bien, que debe hacerlo para sentir la plenitud en mí.

La verdadera saciedad, el verdadero Amor sólo puede venir de un amplio y perfecto reconocimiento de que esa persona sólo está ahí como mi ángel mensajero que me muestra humilde y abiertamente sin tapujos lo que he querido creerme y he vaciado sobre mí, para poder retomar la visión sin necesidad de ojos de lo que está ahí más allá de toda ilusión.

Sólo entonces el Amor es posible y se desvela como un rayo de sol al despejarse la nubes del cielo.

Mientras me sienta carente, falto de algo, necesitado, me percibiré tal y como me estoy pensando y de igual manera veré y pensaré acerca de los demás.

Depositaré en ellos el poder de cambiarme, completarme y darme lo que creo haber perdido sin ver que dentro todo eso siempre ha yacido incólume y eterno sin cambio, el Ser que ya Es, es Verdad aunque sueñe que no lo es.

Si esto es lo que quiero priorizar recordando en mí a cada instante que parezco olvidarlo, no hay nada qué temer. La meta está fija y sólo yo puedo posponerla, cayendo en esa ilusión de necesidad, culpa y sufrimiento que en verdad no pueden dañarme, sólo hacerme viajar mentalmente por la nada hacia la nada…

Yo elijo, el camino y la puerta me son señalados siempre, sólo tengo que entregar constantemente el miedo que parece languidecer mi impulso natural de cruzarlos.

Por: Carlos Barrón Mondragón

El mito de la nutrición moderna

La ciencia contemporánea de la nutrición y la dietética fue desarrollada hacia finales del siglo XVIII y ha desarrollado un vasto conocimiento sobre los contenidos de los alimentos: minerales, proteínas, grasas, carbohidratos, vitaminas, etcétera. Los alimentos fueron medidos de acuerdo a su valor nutritivo y pesados en cantidades. La nutrición moderna nos ha enseñado a contar las calorías y utilizar los alimentos para construir y dar forma a nuestro cuerpo físico.

Las necesidades nutricionales son medidas en términos de calorías y cantidades, y se nos advierte tomar ciertas cantidades de grupos específicos de alimentos, midiendo las porciones con medidas estrictas como cucharadas, platos, vasos o trozos. La confusión que ha surgido con respecto a cómo alimentarse entonces, se debe a que las matemáticas y estandarización en laboratorios se hace de manera muy concreta en grupos de personas estudio o bien con aparatos como calorímetros para medir cuánta energía necesitamos de acuerdo a nuestra edad, peso, altura y otros indicadores antropométricos. El resultado ha sido que la gente cada vez menos tienen interés en acudir con los nutricionistas ya que los planes suelen ser muy engorrosos, difíciles de seguir y están basados en la ciencia de los alimentos estudiados mayoritariamente fuera del organismo. No se toma en cuenta la interacción total que existe en la relación de los cuerpos y el metabolismo de estos con los alimentos sólidos y etéricos como las emociones, el clima, los estados mentales cambiantes y la percepción de cada persona.

El Ayurveda toma en cuenta todos los elementos que nos conforman tanto físicos como mentales-emocionales, la actividad física de oxigenación y nuestras tendencias como los determinantes en una vida plena cotidiana. Así, las cantidades que necesitamos de ciertos alimentos, sabores y combinaciones de estos a lo largo de cada ciclo diurno y nocturno varía enteramente del equilibrio o desequilibrio que exista en un dado momento con respecto a la variación de los doshas o constitución corporal en cada estación, cada día, cada clima, cada ubicación geográfica, cada disponibilidad alimentaria y cada estado mental que surja.

Por esta razón la misma comida por muy planificada, medida y bien diseñada que sea si no se adecúa a las necesidades de cada persona se vuelve en contra de unos y a favor de otros. La mente determina a través del efecto placebo cómo funcionará un alimento en de una persona a otra.

Si quieres indagar  y probar por ti mismo un poco más al respecto sigue leyendo mi artículo: –Macronutrientes emocionales–

Por: Carlos Barrón Mondragón.top-10-mitos-nutricion