Lo veo pero no lo creo

Hay algo que sucede cuando empezamos a «concienciar» el sueño alucinatorio en el que nos hemos sumergido al creer fehacientemente en lo que no está ahí.

Y es que para quienes aún siguen creyendo en él aún lo siguen viendo como si fuese real. Sin embargo para quien elige verlo como la alucinación proyectiva que es, cuando alguien viene y me muestra la confusión con la realidad vuelvo a ver la confusión pero ya no me la creo. Pues ya he dejado de creer en loque veo. Y al ser capaz de dar un paso atrás para verla, la misma conciencia que la ve la disuelve. Lo que había entonces ahí hace un momento deja de existir. Y lo que queda es un espacio de ahhhh… Descanso. Lo veo pero no lo creo. Igual que cuando vemos una película en el cine y sabemos que es sólo un montaje. Pero, ¿qué tal cuándo nos gusta el protegonista e imaginamos querer estar ahí para ser felices? Olvidamos que es una proyección y parecemos adentrarnos en la irrealidad de ella. Ahí parecemos estar sucediendo como si estuviésemos atascados en la confusión y la lucha contra la Verdad para reemplazarla por nuestra proyección.

El punto en el cual nos sabemos en paz mirando todo con inocencia y sin ninguna necesidad, expectativa ni control es el punto donde no hay duda ni miedo de actuar, pues ya que todo acto del cuerpo proviene de lo que pensamos acerca de nosotros y por ende de los demás, la coherencia se alinea conforme a ese estado natural de Ser.

Ser yo mismo, tú mismo o nosotros mismos es Ser el mismo: sin forma pero manifestándose en todas ellas. Es verme, verte y sólo ver Uno. Y todo lo que vea en tí me concierne al emanar de mí, y aunque vuelva a percibir el pasado ya no me lo creeré, pues ya no me interesan las historias, sólo el presente. Esto no implica que no me interese lo que me compartes, te puedo escuchar sin mi historia, sin mi pasado ni mis opiniones y sólo así verdaderamente ayudarte, ayudarnos, desde lo que sentimos, lo que somos conscientes y experimentamos ahora. Lo demás está «demás» y no nos concierne ni nos es útil, ¿para que? Para el único propósito que aguarda ser reconocido en el «otro» al mismo tiempo que en mí: la plenitud.

Deja un comentario