¿Recuerdas algún momento donde disfrutaste plenamente la vida?
Te preguntaría, ¿tienes hambre? ¿Piensas en que necesitas algo? ¿Sientes algún vacío dentro de ti?
Lo que experimentas cada que verdaderamente gozas la vida atravesándote sin aferrarte a nada, es un vacío de necesidad. Una ausencia total de preocupación, ansiedad o miedo, lo cual me ha hecho darme cuenta de que pensar en esto es lo que nos hace sentir hambre.
Existen 2 tipos de alimentos: los materiales y los emocionales. Los primeros alimentan el cuerpo físico. Los segundos alimentan la mente y por ende afectan el cuerpo haciendo que busquemos ciertos alimentos que, sin saberlo, contienen esas trazas de aquello que creímos perder en algún momento: nuestra plenitud.
Entonces, las emociones provienen en realidad de lo que pensamos y los alimentos… también. ¿Alguna vez has pensado de dónde proviene todo lo que ingerimos materialmente? Te invito a encontrar la respuesta, pero te doy una pista: no la busques en el mundo externo, pues no lo encontrarás en ese nivel. Éste ámbito lo hemos estudiado tanto tiempo sin encontrar respuesta alguna a ninguna, y mientras sigamos buscando ahí no encontraremos nada. Si has visto por qué aquello que comes sin culpa, miedo o ansiedad no tiene efecto dañino en ti, has encontrado la respuesta.
Pues en realidad, cada pensamiento que tengamos previamente al comer, condiciona nuestro estado emocional, el cual tendrá un efecto adverso –si estamos bajo – o bien reconfortante –si estamos en paz–, en un nuestro sistema digestivo. Y como todos nuestros sistemas están íntimamente conectados, afecta asimismo a la totalidad del organismo y a quienes nos rodean mientras comemos. ¿No me crees? Haz la prueba.
Observa antes de comer cómo te sientes, si hay prisa, tensión o miedo, los alimentos serán pedazos de materiales sólidos sin licuar; si tienes enojo, tus alimentos se convertirán en ácidos corrosivos; si estás triste o algo te duele, se harán como lágrimas de melancolía y si comes con placer, eliminando de tu mente la necesidad, la carencia y la culpa, tus alimentos se convertirán en energía disponible para seguir adelante.
Toda enfermedad o trastorno alimenticio en realidad nunca tiene qué ver con la comida en sí. Siempre hay un pensamiento, emoción, sensación o sentimiento detrás que determina que te sea útil como vehículo de placer o bien se convierta en tu veneno.
Siente aquello que atraviesa tu conciencia no sólo antes de comer sino en todo momento. Deja de rechazarlo y atraviésalo, trasciéndelo, sólo necesitas un instante para respirar –llenarte de espíritu– y disfrutar tu comida.
Recuerda, es un placer, no una necesidad.
Por: Carlos Barrón Mondragón
Excelente!!! Gracias por compartir tu sabiduría interior…🙏🏽🙌🏾
Yo necesito los MACRONUTRIENTES EMOCIONALES 🙃
Gracias, gracias 🙏🏽🙌🏾
Me gustaMe gusta
En resumen son Amor Jess, gracias por caminar juntos, un abrazo.
Me gustaMe gusta