Para entender de dónde proviene la adicción a comprar es necesario puntualizar, en primer lugar, la etimología de la palabra: a-dicción, lo “no dicho”. Cuando nos convertimos en adictos es porque en realidad no hemos podido poner en palabras nuestra angustia vital: lo que sentimos. No importa si sentimos carencia, soledad, dolor, miedo, tristeza u odio. Eso es lo que sentimos, si lo negamos, negamos el regalo del presente que nos estamos dando a través de la vida. Y nos sentimos deprimidos, carentes, incompletos, sufrientes.
En segundo lugar, cualquier cosa que observamos en el mundo es el efecto de una causa inconsciente que no vemos: un pensamiento original.
El mundo que vemos es sólo un 10% de la punta de un iceberg que está sostenido por el 90% del témpano de hielo que no vemos. Ese gran pedazo de hielo es nuestro inconsciente que está determinando constantemente cómo nos comportamos, qué gustos o tendencias tenemos, cómo están cambiando nuestros cuerpos y la razón de por qué tenemos adicciones, miedos, enfermedades, carencias, necesidades, desamores, tragedias, vacío, soledad, etc.
En realidad, la causa de cualquier adicción que hayamos experimentado o visto en este mundo, siempre ha radicado en la mente. Sí, en eso de lo que tanto hablamos y poco entendemos sobre su poder. La mente es como una caja de pandora que crea con base en lo que pensamos, llamada también voluntad, fe o intuición. Si nuestros pensamientos son de carencia, la mente crea carencia y la ve fuera en forma de necesidad.
Los humanos de hace 600 siglos y los de hoy en día, seguimos creyendo en una idea básica de estar separados del resto y tener que ir por nuestra cuenta por ese “instinto de supervivencia del más fuerte”. Así, inventamos una ilusión de lo que somos, es decir, un cuerpo limitado, carente, débil, frágil que necesita cuidados, atención, vestimenta, comida, cercanía con otros cuerpos, ocupaciones, relaciones. Desde esta idea, el sistema de pensamiento en el que operamos se vuelve nuestro carcelero, porque nos creemos que somos ese preso que hemos hecho de nosotros mismos: eso me falta, esto me sobra, eso me disgusta, eso me gusta, eso está mal, esto bien…juicios y prejuicios, expectativas y control con respecto a esa imagen mental que hemos fabricado de nosotros mismos, y nos contamos una historia que lo mantenga vigente.
No nos damos cuenta que en realidad somos esa consciencia que tiene el poder de observar el montaje que nos hemos puesto enfrente como el conejo con la zanahoria, y dejar de perseguir lo que no está en el presente.

La causa de cualquier adicción entonces, radica en querer mantener en el trono de nuestra mente la imagen del príncipe azul o princesa caramelo que queremos ser, el efecto es necesitar cosas externas que me completen,ya sean ropajes u objetos que decoren y protejan mi autoimagen, drogas, alcohol, sexo o distracciones de cualquier tipo. Si observamos en silencio el mundo que nos rodea, creemos que todo lo que hemos perdido está afuera y debemos conseguirlo para que nuestro personaje no se derrumbe y se sienta completo. Sólo permitiéndonos encontrar esta causa única podemos disolver el efecto llamado adicción. Una vez que la encontramos, la pseudo-necesidad se puede mirar sin miedo y dejarla ir, sintiendo la claridad y comprensión que de ello surge: ya soy pleno sin tener que buscarlo en lo externo, disfrutándolo desde dentro.
Por: Carlos Barrón Mondragón